Crónica de un viaje en tiempos de cerco
Internacionales

Cinco crónicas escritas por la periodista Arleen Rodríguez Derivet sobre la Gira del Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, del 20 al 30 de octubre por Irlanda, Belarús, Azerbaiyan y Rusia.
None

Crónica de un viaje en tiempos de cerco (I)

Cuando a las 6:30 de la mañana del martes 22 de octubre salimos del hotel Clayton al aeropuerto y por el camino nos deslumbraron puentes, calles y edificios que no habíamos visto, reparamos en que nos íbamos de Dublín sin conocerla, más allá de las céntricas calles de la zona antigua y los sitios del programa oficial de la visita del Presidente cubano a Irlanda.

Pasa siempre. Una gira presidencial no es una gira turística, aunque algunos le pongan la etiqueta por pura malidicencia o por pobre conocimiento del carácter de estos intercambios que, además de políticos y económicos, son también sociales y culturales en la más diversa acepción del término.

Dirán que me contradigo. ¿Acaso no es cultural -y mucho- el turismo? Por supuesto que sí. Lo que no se puede es confundir una gira presidencial con una gira turística. Mucho menos en el caso de Cuba, cuyos viajes de Estado al exterior son un auténtico desafío al cerco brutal del imperio que vive persiguiendo y amenazando a cuantos se atreven a invitarla, para impedir acuerdos que podrían ayudar a aliviar el bloqueo.

Esas circunstancias hacen cortas y muy intensas estas giras, en las que los periodistas hemos tenido que renunciar a dormir para poder contar e ilustrar cada novedad de la que somos testigos.

El tiempo real no da para más. Y Díaz Canel que lo sabe, le saca el jugo. Hasta en las horas de vuelo trabaja, revisa papeles y despacha asuntos de gobierno con hábito de insomne. La escuela de Fidel. La militancia en el bando de los impacientes, que abre los ojos más agotados y pone a los hombres a competir con ellos mismos.

Mientras el IL 96 levanta vuelo, rumbo al próximo destino, la para muchos desconocida Belarús, intento no dormirme para escribir. La noche anterior la crónica de la jornada murió sin nacer y eso golpea siempre la moral periodística.

El ritmo de Díaz Canel obligó a dividir nuestras fuerzas al salir de la impresionante cárcel museo Kilmainham, dura memoria de tiempos de hambrunas y de rebeliones por la Independencia que forjaron en parte el mítico carácter irlandés, resistente y solidario.

Los que visitáramos las instalaciones de la legendaria fábrica de cerveza Guinness, enlazada en la historia con el premio homónimo a los récords mundiales, no podríamos ver el encuentro privado del Presidente con el Primer Ministro Leo Varadkar, al que sólo accedieron los gráficos y del que no se daría más datos.

En la búsqueda y cotejo de hechos, perdí la secuencia. No llegué a tiempo a ninguno de los dos encuentros de la noche: con cubanos emigrados primero y con irlandeses solidarios después. Y una gira presidencial tiene también esa dura exigencia: nunca debe seguirse por oído ajeno.

A la cita con los cubanos residentes en Irlanda llegué atrasada por la razón que dije, pero a la siguiente entré a la hora de los aplausos y las fotos de amigos, porque un par de historias personales de nuestra emigración me retuvieron: El joven Alejandro Fernández, que trabaja como guardia de seguridad y dedica su tiempo libre a enfrentar en las redes sociales a los practicantes activos del odio contra Cuba y Geovani Cuesta, guía turístico.

Alejandro tiene un sitio llamado Cuba Va y nos pide que le facilitemos audiovisuales históricos. Le encantaría que sus seguidores europeos vean lo que en realidad era Cuba antes del 59 porque lo que les llega es una leyenda de desarrollo que nunca existió. La mayoría cree que éramos un emporio de prosperidad que el socialismo empobreció. Eso es negar el crimen del bloqueo.

La de Geovani es otra historia. Como guía de turistas hispanohablantes, choca con todo tipo de opiniones cuando se declara cubano y planta si siente que ofenden la dignidad nacional:"Estoy fuera pero amo a mi país. Hay cosas que quiero que cambien. Hay experiencias de aquí que me gustaría que se apliquen en Cuba, pero no acepto ofensas ni mentiras".

Minutos antes, ellos eran dos de los más activos participantes en el encuentro con Díaz Canel, que reunió a una treintena de emigrantes cubanos llegados del Norte y el sur de Irlanda, alrededor de un 10 por ciento de los poco más 300 que viven en la Isla.

Alejandro, en particular, ha salido al paso de alguien que habló de intolerancias de ambos lados de la nación. Su intensa actividad en las redes le permite ser categórico al afirmar: "La intolerancia y el odio actualmente yo los veo de un solo lado y es de los que están contra todo lo se hace en Cuba".

Luego me comenta que Trump también visitó Irlanda y no se reunió con la gente de su país. "No conozco ningún presidente que haga lo que hace Díaz Canel".

Pasa media hora antes de que pueda ir hasta la sala contigua, donde el Presidente ya se despide de personalidades políticas de la talla de Gerry Adams, congresista y líder histórico del Sinn Fein y Mary Lou Mac Donald, actual Presidenta de la agrupación independentista o Maureen O Sullivan, vicepresidenta de La Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento Irlandés. Hay también músicos, cineastas, intelectuales y artistas reconocidos.

Sólo tengo tiempo para pedirle un selfie a Gerry Adams y transmitirle la admiración que despertó su lucha en mi generación. Para muchos, él simboliza el inderrotable espíritu independentista irlandés que supo emplear su liderazgo para conseguir la paz.

A la mañana siguiente, tras despedirse de Irlanda, Díaz Canel comentaba a la prensa cubana la profundamente grata impresión que le dejaron todas las personas que conoció en el rápido, intenso y prometedor paso por la Isla a la que nos unen sentimientos comunes como "un mar de lucha y esperanza".

En horas de renovadas amenazas y estrechamiento del cerco económico y financiero a nuestro país, el simple abrazo de una nación soberana y digna, se convierte en un hecho trascendente. Lo demás, lo concreto, como suelen llamar los pragmáticos a los acuerdos económicos y de colaboración entre los gobiernos, llegará en más o menos tiempo y en dependencia de los contextos, pero hay que empezar por conocerse. Y hasta donde he sido testigo, fue mutua la buena impresión que dejó el primer viaje oficial de un Presidente cubano a la admirable Irlanda. Por delante quedan esfuerzos, acciones y más esfuerzos.Por delante también 3 horas de vuelo y siete de diferencia con Cuba. Belarús espera.

Crónica de viaje en tiempos de cerco (II): Dormiremos mañana

“Nadie sale del cerco sentado en la trinchera. Del cerco se sale combatiendo”. No sé si fue un graffiti que leí o una de esas frases que alguien nos dice y nunca se nos van de la memoria.

La verdad es que nada me parece tan apropiado como esa sentencia para describir lo que no se ve: las energías que impulsan la gira del presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez por cuatro países europeos en poco más de una semana de un mes –¿la maldición de octubre?– en el que Cuba ha recibido agresiones que podrían inscribirse en los récords Guinness de la maldad económica, si la categoría existiese.

Pero el Gobierno no se ha sentado a esperar que lo rescaten. Ha salido a encontrar amigos y aliados que le acompañen en su pelea por lo justo. Cómo diría Martí “Cuba no va de pedigüeña por el mundo. Va de hermana. Y al salvarse, salva”.

Con sus escalas intensas y veloces, que apenas dan tiempo para el reporte en un mar de imágenes más locuaces que el texto más preciso; en lo inmediato la gira está resultando un suceso difícil de contar –porque la persecución del bloqueo manda ser cuidadosos y discretos– pero extremadamente fácil de sentir hasta cuando no se habla.

De Irlanda a Belarús y luego a Azerbaiyán, nos hemos ido aproximando a mundos lejanos y casi desconocidos para las generaciones más jóvenes, nacidas y crecidas cuando ya los movimientos soberanistas no eran noticia y el sistema socialista mundial se reducía a clases de historia sin actualizar.

Pero los que nacimos mucho antes de que el mercado devorara a la solidaridad, estamos asistiendo a una suerte de Déjàvu persistente, que a ratos nos provoca estados de nostalgia profunda y a ratos arranques de alegría que ni el agotamiento distrae.

Belarús no es exactamente lo que fue Bielorrusia, Azerbaiyán ya no se parece a lo que era con igual denominación y ninguna de las dos ex-repúblicas soviéticas recuerda los años en que fueron parte de un gigantesco proyecto de país.

Sin embargo, algo de la hermandad de entonces sobrevive en estas distantes latitudes, porque cuando el presidente de Cuba socialista, su esposa y otros acompañantes, llegan de visita, se echa alfombra roja, se eleva el nivel de quien recibe y hasta el clima se suma a las bienvenidas. Y a las despedidas.

Después del cálido abrazo irlandés en Dublín, que incluyó encuentros cercanos con el presidente y el primer ministro por separado; llegarían el trato de “querido amigo”, la Declaración de aliados, acuerdos importantes y hasta la despedida personal de Alexander Lukashenko a Díaz-Canel en el aeropuerto de Minsk.

Tres horas más tarde, el presidente cubano era recibido en Bakú por el vice primer ministro y un poco más tarde por el presidente Ilham Aliyev, lo que algunos destacan como un gesto deferente, considerando que no se trata de una visita oficial y que al país están llegando otros jefes de Estado y de Gobierno en las últimas horas, víspera del inicio de la XVIII Cumbre del MNOAL.

El visitante y su anfitrión compartieron durante más de 40 minutos una charla que la parte cubana valoró de muy cálida y provechosa, sin dar muchos más detalles, pero con una apreciable emoción acompañando el comentario.

La noche, agradablemente fría –entre 20 y 22 grados– encontró a la delegación de la Isla admirando desde un mirador lleno de paseantes, las luces de Bakú, ciudad moderna y deslumbrante como no la podíamos imaginar antes de nuestra llegada.

Héctor Martínez, que estudió durante cinco años en la URSS, se emociona como un adolescente mientras elabora sus reportajes. En la mesa se sirve ensaladilla rusa con Smetana y un yogur líquido que otros rechazan. Disfruta reencontrar sabores que creyó perdidos y dice que es el mejor regalo que podía recibir por los 57 años que cumplió en Minsk, trabajando sin un minuto de descanso.

¿Buenos recuerdos? Le pregunto y no duda un instante para responder: “Íbamos de vacaciones a Cuba cada dos años, pero los mejores años de mi vida los pasé en la URSS”.

No es mi caso. No estudié aquí, aprendí poco y mal el ruso en la Universidad y siempre pensé que Azerbaiyán era un país pequeño sin demasiado que mostrar.

Pero sí sé de aquellos años solidarios. Y he sentido que su espíritu flota en la acogida especial que recibe por estos mundos lejanos la delegación de Cuba que se saltó el cerco para hacer este viaje en busca de amigos y aliados.

La necesidad de escribir derrota al sueño y amanezco tecleando. Dormiremos mañana. Mañana es un decir. La Cumbre está empezando.

Crónica de viaje en tiempos de cerco (III): Bakú, la incertidumbre y el consenso

 

“Voy por la calle donde nunca estuve

Como viniendo por la calle mía

Recuerdo cosas que no fueron nunca

pero que el corazón apetecía...”

Poema Bakú, Eliseo Diego

Desde La Habana, Amaury Pérez me canta los versos de Eliseo que no conocía musicalizados por Ireno García y retorna y se corporiza el Déjàvu que ya nos asaltó una vez.

Bakú, mitad Asia, mitad Europa, milenaria y ultramoderna, deslumbrante y misteriosa, es también poema y canción de Cuba para un nombre que, repetido –Bakubakubaku– suena como si llamaran a la Isla.

El canto alivia las tensiones de la partida. No sólo porque es fugaz el paso por la ciudad del viento y el país del fuego y no hay tiempo para descifrar todo lo que encierran esos dos títulos asociados a la prosperidad de una ex República soviética.

La Cumbre de los No Alineados se ha clausurado con menos atención de la que merecería una reunión de dos tercios de la membresía de las Naciones Unidas.

Los periodistas cubanos, casi en solitario, asistimos al acontecimiento en una sala de prensa que no se parece en nada a la llena y movida de la víspera. Más de la mitad de las mesas de trabajo están vacías al mediodía de la sesión final.

Las últimas horas de la reunión son las más difíciles. Parecen infinitas sin el atractivo de los discursos de los mandatarios que ocurrió el primer día. Tampoco ayuda la cadencia monocorde de los traductores, que sólo se rompe cuando viejos rivales –como India y Pakistán– se cruzan agravios por la región en disputa. O cuando aparecen nuevos intentos de quiebre del consenso, por mecanismos raros de integración como el Grupo de Lima.

Tres de ellos pidieron desmarcarse de los párrafos de reconocimiento a la victoria de Evo Morales en su reelección como presidente: Guatemala, Chile y Guyana. Tres contra 120, no parece algo para tomarse en cuenta, justo en el momento en que uno de esos gobiernos enfrenta el desafío de un millón de ciudadanos protestando sin miedo, en las calles que los milicos han vuelto a ensangrentar.

Pero ni siquiera los tres que se abstienen del reconocimiento, cuestionan su letra. Todos los documentos se aprueban tal cual se negociaron y Venezuela recibe constantes elogios a su desempeño al frente del Movimiento por lo bien que trabajó los últimos tres años para traerlo, renovado y fortalecido, hasta Bakú.

Nicolás Maduro vino a traspasar la presidencia pro tempore a los anfitriones y tuvo una cálida acogida. Más de una treintena de jefes de Estado o de Gobierno presentes en Azerbaiyán y la casi totalidad de los miembros de NOAL, acompañaron el discurso del legítimo presidente de Venezuela, un gesto que ratifica  la independencia del Movimiento.

El único presidente cuestionado fue Donald Trump. La única política condenada decenas de veces, fue la de Estados Unidos. No siempre se les llamó por sus nombres, es cierto, pero tampoco hacía falta.

Sólo un país, entre todos los del planeta, ha puesto en crisis el multilateralismo, ha roto acuerdos claves para la paz mundial como el de Irán y el del Cambio Climático, desata guerras comerciales con China, pretende imponer presidente a Venezuela, levanta muros con sus vecinos y bloquea criminalmente a Cuba, Nicaragua y otra vez a Venezuela.

En otras palabras: Trump podría ser el principal contribuyente al fortalecimiento de un movimiento que se había debilitado sensiblemente en la post Guerra Fría.

Prácticamente todos los discursos de esta cita de MNOAL se lamentaron de la incertidumbre en que se ha sumido el ya quebrado orden internacional.

Rodolfo Reyes, director de Multilaterales de la cancillería cubana, lo resumió brillantemente al describir el complejo contexto en el que se convocó la Cumbre, con la convocatoria a retomar los llamados Principios de Bandung.

¿Por qué esta vuelta al pasado, a los orígenes?

“El peligro que plantea la actuación de la administración Trump es tan grande que realmente es previsible un fortalecimiento y resurgimiento de los principios que determinaron la creación del Movimiento de Países No Alineados.

“En aquel momento se buscaba una equidistancia entre los dos grandes bloques. Hoy hay un solo bloque, pero la importancia del no alineamiento y de los principios de Bandung es aún mayor. Ya no se trata de buscar una equidistancia, sino el fortalecimiento del multilateralismo frente a una sola gran amenaza que es un imperio, que aún decadente, sigue siendo beligerante y sigue planteando grandes amenazas para el mundo.

“Lo lleva a niveles extremos la actuación de un presidente como Trump que sale del Cambio Climático, del Consejo de Derechos Humanos, que eleva aranceles en una guerra comercial de hecho con China y otros bloques de países, que en materia de emigración está totalmente cerrado, planteando la construcción del muro, no yendo a las raíces del problema, que es la solución de la pobreza y la desigualdad en el mundo, sino tratando de establecer cercas y muros que llevan al aislamiento.

“Sería difícil encontrar un área de las relaciones internacionales donde haya sido positivo el impacto de la administración Trump, empeñado en construir América pisoteando a los demás y retomando la doctrina Monroe.

“Existe una conciencia generalizada del riesgo que hechos como estos plantean para todos nosotros. En medio de todas las posibles divergencias, son más importantes los temas que nos unen.

“Y debe producirse una revitalización del movimiento, en particular en la defensa del derecho internacional y de los principios de la Carta de las Naciones Unidas, en primer tema la soberanía y la no intervención. Justamente todo lo que está bajo un cuestionamiento por parte de los Estados Unidos y sus aliados.”

En Carta a la Cumbre, el Secretario General de ONU, sin citar explícitamente a los responsables, decía lo mismo con otras palabras:

“Ustedes se reúnen en momentos de inquietud e incertidumbre en todo el mundo. Muchas personas están perdiendo la fe en un proceso de globalización que las está dejando atrás. Vemos un creciente déficit de confianza en los gobiernos, las instituciones políticas, el gobierno y los medios de comunicación, y el creciente llamado de voces nacionalistas y populistas.

“Al mismo tiempo, estamos siendo testigos de la multiplicación de conflictos que están cada vez más interrelacionados, y que a su vez están entrelazados con las más nuevas amenazas del terrorismo mundial y la delincuencia internacional.

“Durante decenios, la cooperación internacional ha salvado vidas, promovido los derechos humanos, evitado conflictos y ampliado el progreso económico y social.

“Sin embargo, hoy en día, en todo el mundo vemos un mayor escepticismo sobre el multilateralismo y un aumento de los llamados al aislacionismo y al cierre de las fronteras.  Las normas que han definido la cooperación internacional durante los últimos 75 años están bajo presión. Nos estamos quedando cortos ante los conflictos sin resolver, el desenfrenado cambio climático, el aumento de las desigualdades y otras amenazas.

“Nos enfrentamos a una paradoja: los desafíos globales están más relacionados, pero nuestras respuestas se ven cada vez más fragmentadas. Esto resulta muy peligroso en momentos en que la acción colectiva es fundamental.”

AntónioGuterres no estuvo presente, pero su carta, leída en plenario, tenía un punto de contacto con todas las intervenciones: la incertidumbre que genera la crisis del multilateralismo tiene nombre y apellidos. Él no los dijo. Cuba sí.

Crónica de viaje en tiempo de cerco (IV): En San Petersburgo, que antes fue Leningrado

Bautizo de nieve en San Petersburgo, escribí en mi agenda. Como si lo fuera a olvidar. O como si la segunda ciudad de Rusia, que fue primera tantas veces y en tantas áreas, que aún lo es, necesitara bañar con gotas de hielo a los visitantes para llamar su atención.

Émula de las grandes capitales de Europa, con sus puentes sobre el Neva, su Palacio de Invierno, su deslumbrante Hermitage –arca y museo de la cultura universal– sus numerosas catedrales, su crucero Aurora y el Smolny donde Lenin se estrenó en el poder, la ciudad fundada por Pedro I, amo y señor de la Rusia feudal, tiene en su historia el atractivo adicional del gran salto: de la autocracia zarista a la dictadura del proletariado, y del socialismo real a lo que es hoy.

Pero siempre impresiona la nieve. La nieve que enfría y asusta al primer aviso, para luego hacerte bailar de alegría por la novedad. San Petersburgo nos la echado a la cara sin demasiada fuerza, más bien con ternura. Y nos ha puesto a pensar.

La nieve mata y salva. Como mató y salvó a tantos en los inviernos del 41 al 43, cuando se hizo hielo y abrió el camino a la salvación:

“Sobre un lago helado entró la primera ayuda a la ciudad bloqueada”, le oí decir a la guía del museo de la historia del cerco y la resistencia de esta ciudad, cuyos habitantes prefirieron morir de hambre y frío antes que darle entrada al ejército alemán. Y murieron medio millón de veces hasta sobrevivir para contarlo.

Siempre me ha costado trabajo llamar San Petersburgo a Leningrado, ciudad que conocí en el lejano 1988, envuelta en los aires renovadores de la antisoviética perestroika, que terminaría por devolverle su nombre original.

Frente a las imágenes y los sonidos guardados en el museo, entendí por qué me aferraba al patronímico de homenaje a Lenin. Así se llamaba mientras soportó los 900 días de asedio de las tropas nazis, así está nombrada en los libros de historia que narran la epopeya. Así ganó el título de Ciudad Héroe.

A los 490 mil ciudadanos y más de 70 mil soldados cuyos restos pudieron sepultarse bajo un monumento en un cementerio de nombre impronunciable, fue a rendir tributo el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, apenas aterrizó en la ciudad. Llovía sin pausa y el frío calaba, pero él no dudó en ir hasta Piskarióvskoye, un camposanto muy verde, vasto y desolado.

Varias veces a lo largo de esta gira, Díaz-Canel dio gracias a sus anfitriones por la memoria preservada y pidió que se difunda, que jamás se olvide. “Para evitar que vuelva a ocurrir”, apuntó.

En el recinto dedicado a guardar todo lo relacionado con el terrible cerco que inspiró la estremecedora Sinfonía no.7 de DmitriShostakóvich, narraciones, películas y documentales que atesora el lugar.

Alexander Beglov, gobernador de San Petersburgo, recibió al presidente cubano y a su delegación en los predios del mismo Smolny, donde quedó inmortalizada la imagen de Lenin trabajando en los días iniciales de la Revolución de Octubre.

Una fuerte empatía inundó la sala del tercer piso del vetusto edificio, donde se encontraron ahora rusos y cubanos de varias generaciones. Hablaron de cooperación y colaboración en turismo, energía, industrias diversas, cultura, educación. Y ambos gobiernos se invitaron a la gala del Ballet ruso de San Petersburgo que actuará en el Gran Teatro de La Habana por los 500 años de la Capital.

De muchas expectativas y mucho trabajo fue calificado el momento, por el nivel de las relaciones y la participación que deben tener entidades de toda Rusia y en particular de San Petersburgo en actividades estratégicas de la economía cubana hasta el 2030.

Se habló igualmente de la alta coincidencia en la apreciación de los problemas globales y de la voluntad de ambos países de fortalecer, profundizar y extender sus vínculos en todas las áreas donde sea posible.

La absurda política estadounidense de sanciones a Rusia y de persecución comercial y financiera a Cuba, que escala en su agresividad por día, añade interés a este fortalecimiento anunciado de una amistad que, con altas y bajas, jamás desapareció de los sentimientos más profundos de ambos pueblos.

“Con ningún otro país de la era soviética fue tan fuerte la amistad, el respeto, el afecto” había dicho la noche antes EvgenyGrigoriev, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Gobierno local, mientras le daba la bienvenida a la delegación.

Un restaurante de comida cubana y un bar para fumadores de habanos funcionan exitosamente en la ciudad y hay planes de abrir más. Son sitios que, puertas adentro, hacen sentir a los huéspedes en Cuba, con fotos y frases de Fidel y el Che, repartidas en graffitis sobre paredes sin pulir. Banderas y rostros de íconos de la cultura cubana completan el escenario, mientras de fondo suena algún ritmo de la Isla.

Poco antes de la despedida, la visita de trabajo a San Petersburgo terminaba en la Asamblea Legislativa. Su presidente, VyacheslavMakarov, sonó particularmente entrañable al declarar, con la auténtica pasión del militar que le enorgullece haber sido, que Cuba jamás ha dejado de ser la Isla de la Libertad.

Fue entonces que llegamos al museo del cerco y la resistencia de Leningrado. Allí explicó la guía por qué para los nazis resultaba estratégico tomar la ciudad en su agresión a la URSS: por su industria militar, su cercanía al Báltico, a la propia Alemania y a Finlandia, su aliada.

Pero también explicó por qué no pudieron tomarla, ni rendirla, incluso cuando morían hasta 3000 leningradenses por día. Las aulas se transformaron en hospitales, los refugios en escuelas, las mujeres y los niños hacían las municiones en las pocas fábricas que no se trasladaron a los Urales o a la Siberia. Los artistas actuaban para la gente que resistía y un gran músico (Shostakóvich) creó una sinfonía en medio de la guerra. La espiritualidad, base fundamental de las actitudes humanas, tiene momentos estremecedores en el relato del horror y de la victoria que recorren el museo.

Así se despidió Díaz-Canel de San Petersburgo, como había llegado: rindiendo homenaje a los héroes y heroínas de la más legendaria resistencia de un pueblo en la era contemporánea. Y escribió: “Un mundo mejor es posible. Ese mundo fue defendido por los leningradenses. Ese mundo tenemos que defenderlo nosotros ahora”.

Ya no nevaba cuando el IL 96 de Cubana alzó vuelo rumbo a Moscú en la tarde del lunes 28 de octubre. Como una flor a Camilo en los 60 de su desaparición física iba la delegación cubana hacia otro encuentro que puede empujar al país un poco hacia afuera del cerco.

Quizás la nieve sólo cayó para que la descubriéramos en su versión más tierna. Y para no olvidar que una vez de 900 días, esta ciudad, ahora floreciente y bella, vivió en medio del más terrible y cruel de los cercos, del que salió peleando, hasta que llegaron los refuerzos, andando sobre hielo.

Crónica de viaje en tiempos de cerco (V): Las voces de Moscú

Nevó toda la noche en la víspera del regreso a Cuba. Al amanecer, un manto blanco cubría autos y árboles y aún seguía lloviendo agua helada. Seguimos al presidente hasta la primera cita de su último día en Moscú, pero era privada, así que lo esperamos tomándonos fotos sobre el jardín nevado del hospital donde sólo nos dijeron que alguien muy querido atiende su salud.

Después sabríamos que era Nikolái Leonov, el amigo entrañable de toda la vida del General de Ejército y autor de su biografía Raúl Castro, un hombre en Revolución. Pasa sólo un chequeo de rutina, pero su relación con Cuba por casi 70 años, convierten el encuentro con él en visita familiar, insoslayable.

El paso de Díaz-Canel y parte del Consejo de Ministros de Cuba por la Federación de Rusia, aunque breve y veloz, no solo se recordará por los acuerdos y proyectos, económicamente esperanzadores para nuestra Isla cercada. También dejó marcas profundas en el orden de los sentimientos.

Ya hablamos de San Petersburgo. Pero faltaba Moscú, la que “no cree en lágrimas”, según una película soviética de los 80 que todavía me hace llorar.

La capital rusa recibió al presidente cubano y a una parte de su comitiva, con la invitación irrechazable a una función del Ballet Don Quijote en el mítico Bolshói. Demasiado cercana la partida física de Alicia para no recordar todo lo que este teatro emparentó las culturas de ambas naciones, incluso cuando otros nexos menos espirituales se habían perdido ya.

Sea de los anfitriones o de nuestra embajada en Rusia, la idea no sólo fue buena en términos protocolares. Fue un modo inmediato de conectar sensibilidades.

Al siguiente día, el más intenso y productivo por sus implicaciones económicas para Cuba, la conexión llegó muy temprano, en gestos y propuestas de parte de empresarios exitosos de áreas estratégicas como la energía, la alimentación, el transporte, la producción de medicamentos, el turismo, las finanzas, la educación y la salud.

Recuerdo que oyéndolos pensé que mi próximo título bien podría ser: ¡Salimos del cerco! Pero no hay que exagerar. Ni engordar demasiado las expectativas. No se vino a buscar regalos sino a hacer negocios y en los negocios cada uno pone lo suyo, aunque se busquen fórmulas de ayuda al que menos tiene. Añadiendo al lado cubano el compromiso reiterado de honrar sus deudas. Y si es prescindiendo del dólar, mejor. Lo demás depende de la eficiencia con que respondamos.

Ahora, ¿cómo interpretar, sin apasionamiento lo que pasó después? ¿Qué sobreentender en lo que se dijo y lo que no se dijo durante las reuniones de Díaz-Canel y su equipo de Gobierno en esta gira, con sus homólogos rusos encabezados por Medvédev? ¿Y del encuentro con Putin, no en sus oficinas sino en su casa y durante un almuerzo?

Sin dudas, además de los trenes y las GAZelle en explotación en la Isla, de las inversiones industriales en marcha, de los créditos y otras claras y contundentes pruebas de que los convenios son letra viva y que los viajes están teniendo resultados, también hay una certeza que corre por dentro, que no se ve, pero se siente en cada nuevo encuentro entre los líderes de esta época a ambos lados de la mesa, donde se negocia sí, pero también se conversa como conversan las viejas amistades.

A la casa de Putin en Novo-Ogaryovo no fue invitada la prensa cubana, sólo los gráficos. Pero bastan las fotos y un pequeño video, exclusivo de RT, para advertir una notable diferencia entre la primera visita de Díaz-Canel, hace un año, cuando ambos intercambiaron saludos y una declaración leída, más formal y el encuentro de esta vez, cálido, expresivo, más cercano. En lo verbal y lo extraverbal se percibe mayor confianza.

Esa sensación se afianzaría en actividades de otro carácter, ya no de trabajo propiamente, sino de aproximación a los avances tecnológicos y a las poderosas tradiciones de la cultura rusa. Ya fuera en una visita al impresionante parque Zariadie, con su sobrevuelo en 5D a sitios emblemáticos de toda Rusia, ya fuera caminando el legendario y bohemio Boulevard Arbat o calle de los artesanos, donde vivieron Tolstói y Pushkin, por sólo citar dos de los universales, o recorriendo la Galería Tretiakov, guardiana del poderoso arte ruso en todas sus etapas.

Trato de repasar todo lo visto y lo vivido en menos de 48 horas y las emociones sobrepasan al tiempo. Siempre quedaré en deuda con los lectores y con Moscú. Nunca es posible contarlo todo. Aunque hay momentos que no se pueden saltar.

Elijo las últimas horas: la visita a la catedral de Cristo Salvador, cuya dramática historia resume uno de los mayores conflictos de la era soviética, y el encuentro profundo y sentido con Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y de toda Rusia.

La Catedral es una de las más colosales obras de restauración emprendidas jamás. Demolida por órdenes de Stalin para construir sobre sus bases un complejo de piscinas descomunal, fue reconstruida con todas sus piezas y detalles con tal exactitud y precisión, que cuesta creer que no lleva siglos sino unos pocos años en las proximidades del Kremlin.

Justo desde allí y sin superar el asombro, partimos con Díaz-Canel al encuentro de Kirill, en el monasterio de San Danilov, del que también fue despojada la Iglesia Ortodoxa Rusa para convertirlo en reformatorio juvenil, hasta 1983 cuando le fue devuelta a sus dueños para ser restaurada con vistas al milenio de la mayor institución religiosa del país en 1988. Hoy es el hogar del Patriarca y símbolo del Renacimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

La expresión del flamante Presidente cubano al saludar a Kirill con un “no podíamos irnos de Moscú sin verlo”, abrió un diálogo inolvidable por su honestidad y sus valores sociales y humanos.

El Patriarca hizo un relato apretado de su relación con Cuba, especialmente con Fidel y Raúl, a los que agradece la construcción de la Iglesia Ortodoxa Rusa en “el mejor lugar de La Habana” y la posibilidad de haber realizado en la Isla su encuentro con el Papa Francisco, que resolvió un desencuentro de siglos y ha sido fundamental en los esfuerzos de las dos mayores ramas del cristianismo en favor de la paz mundial.

Por lo que se desprende de las palabras de Kirill, sin los diálogos que propiciaron el nacimiento del templo de su Iglesia en La Habana, no se habría llegado a la histórica cita de sus santidades en la misma ciudad, en 2016, de la cual hoy dice que fue “en el mejor lugar y en el tiempo oportuno “.

Al amparo de esa relación entrañable, el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa elogió los pasos de Cuba tras la nueva Constitución que abre posibilidades de un mayor desarrollo económico y crea un sistema sólido de gobierno, pero también pidió permiso a Díaz-Canel para sugerir que estén alerta frente a los riesgos y amenazas que las transformaciones y cambios suelen traer aparejadas a los beneficios, cuando se revisa el pasado rechazándolo todo, incluso las tradiciones. Estaba aludiendo, sin dudas, a la experiencia de una etapa de la era soviética de la que acabábamos de tener noticia en la Catedral de Cristo Salvador.

Con su habitual sencillez, el mandatario cubano le concedió a su anfitrión todo el derecho a la advertencia y le agradeció el comentario. Entonces explicó a Kirill el concepto de continuidad, dialéctica, no estática, como él mismo define el proceso de transición generacional, que tiene lugar en el país, bajo la conducción de Raúl Castro y la generación histórica.

Fieles al legado de los que hicieron la Revolución y a las tradiciones del pueblo cubano, a su historia, a su cultura, a su identidad, tratando de atemperarnos a los tiempos que corren para poder alcanzar la sociedad próspera y sostenible, tratamos de formar a las nuevas generaciones para que asuman ese legado, no como autómatas, sino por el conocimiento de lo que significa, por ejemplo, el enfrentamiento histórico al vecino del norte, explicó el mandatario, aclarando que se busca ejercer el gobierno con una gestión transparente, visible, que se aleje de la burocracia y las trabas y esté cada vez más cerca de los ciudadanos y sus problemas.

Hablaba de sus recorridos por provincias y de las gestiones intensas para avanzar en medio del cerco del bloqueo, cuando la prensa fue invitada a abandonar el recinto para emprender el regreso.

Ya en el avión, al presidente cubano se le veía animado, sonriente. ¿Satisfecho?, pensé preguntarle, pero no dio tiempo. Rotos por una gira intensa y sin pausa, todos se recogieron en sus asientos y yo me dispuse a escribir. Como dice el Babalao, “lo que se sabe no se pregunta”. Las voces de Moscú fueron dándome la respuesta.

Encuentro con el Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin
Su Santidad Kirill, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa