Las vidas tocadas por Fidel
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Fidel tenía el don de tocar vidas, de entrar en ellas e impactar con un gesto, que no moría con la mirada penetrante y las palabras precisas, sino que venía arropado por acciones desencadenantes. “Si Fidel se entera, “si Fidel te lo prometió, lo cumple”, “ahorita aparece Fidel”, “qué dirá Fidel”, escuchaba decir a mis familiares y vecinos.

Estudios Revolución
De niña imaginaba que Fidel tenía súper poderes, que podía estar en varios lugares a la vez, que no existía tema que escapara de su sabiduría, que su fuerza e inteligencia protegían a Cuba. La primera vez que lo ví su uniforme de verde olivo brillante, los grados de Comandante en Jefe me parecieron el atuendo perfecto para un paladín criollo que aparecía cuando más el pueblo lo necesitaba.
¿Por qué una niña conformó esa percepción, de qué manera llegué a la idea, incluso ya con más madurez etaria, de que un hombre de carne y hueso era invencible, omnisciente y eterno? Para una de mis bisabuelas llamada Lucrecia, centenaria y de pocos estudios, Fidel era la palabra mágica para que la luz se asomara en su desmemoriada existencia, un amigo ateo lo hizo su Dios, a una coterránea la vi besar las paredes de su casa mientras nos contaba que el guerrillero legendario llegó cuando la furia de la naturaleza barrió lo que construyó por décadas y la salvó en la peor tormenta de su vida: «no te quedarás en la calle», me contó que le dijo.
Fidel tenía el don de tocar vidas, de entrar en ellas e impactar con un gesto, que no moría con la mirada penetrante y las palabras precisas, sino que venía arropado por acciones desencadenantes. “Si Fidel se entera, “si Fidel te lo prometió, lo cumple”, “ahorita aparece Fidel”, “qué dirá Fidel”, escuchaba decir a mis familiares y vecinos.
Esas generaciones de cubanos están marcadas, llevan en sus almas las huellas de vivir el tiempo de Fidel, del jefe exigente, pero justo; persistente en sus preguntas, pero reflexivo, sensible, preocupado por los grandes y pequeños detalles; el estratega optimista que calculaba cada paso, incluso con la capacidad de vislumbrar la victoria aún en medio del aparente revés.
En los sectores de la salud y el deporte le llaman el salubrista y el atleta mayor; los artistas le agradecen la masificación del arte, los científicos le celebran la decisión salvadora de invertir en grandes centros científicos, a pesar de la crisis económica; entre periodistas fue percibido como uno más del gremio; los profesionales de hoy le agradecen las batallas en las que los hizo partícipes durante la etapa estudiantil.
En la Cuba de hoy, a nueve años de su partida física, no es difícil encontrarse con personas tocadas por Fidel, fueron tan fecundos sus 90 años que son miles los cubanos que atesoran experiencias cercanas al Comandante en Jefe y la cuentan con la certeza de que en cada una de ellas vive lo más genuino del hombre –al que aún veo con ojos de niña impresionada- que convirtió a la Isla en un referente global de resistencia, soberanía y dignidad.
Yoandra Muro Valle: Fidel confiaba en el ser humano y eso nos hace falta hoy
"Desde niña soñaba con verlo". Así inicia Yoandra Muro Valle, actual rectora de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), el relato de su vínculo con el Comandante en Jefe Fidel Castro, tejido en momentos históricos de Cuba y sellado por una confianza que trascendió lo político. Su testimonio revela al Comandante desde la mirada de quien lo admiró como estudiante y trabajó bajo sus indicaciones y cuidados en misiones internacionalistas.
Aunque como miembro del Secretariado Nacional de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular Yoandra compartió con Fidel, la primera conversación personal ocurrió en 2001, cuando a ella como mejor graduada de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana le correspondió leer el juramento de los que recibieron el título en todo el país. “cuando termino, bajo y voy hasta donde está él. Me acuerdo que la graduación fue un 14 de agosto, porque el día 13 el Comandante estaba fuera del país por motivos de trabajo. Le entrego el juramento y él me dice: «Bueno yo te voy a regalar esta banderita con la firma mía y te voy a poner 13 de agosto, que es el día de mi cumpleaños», por supuesto es una banderita que conservo aún”.
En 2004 la médica llegó a Guatemala, tenía solo 27 años y como cuadro nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) le asignaron el “tremendo desafío” de dirigir la Misión Médica cubana en la nación centroamericana. En la primera reunión a la que viene a La Habana estaba Fidel. “Fue muy simpático, fue muy bonito lo que pasó, porque el Comandante cuando voy entrando me conoce, y a mí me sorprendió mucho porque yo había estado en todos esos momentos antes con él, pero bueno jamás con una cercanía, formaba parte de la conversación de un grupo, nunca en particular y él preguntó sorprendido “¿Y tú? ¿Qué tú haces ahí” Todas las personas que andaban conmigo trataron de explicarle y él enseguida agregó “A ella yo le entregué el título hace muy poco. ¿Y qué tú haces en Guatemala?”.
Otro de los momentos con Fidel que Yoandra atesora ocurrió en el año 2005 luego del paso de la tormenta Stan por Guatemala, que dejó miles de muertos. “Cuando comunicamos a Cuba la situación inmediata, él nos llama y nos dice que vayamos al Ministerio de Salud de Guatemala a ofrecerle la ayuda cubana, por supuesto lo hicimos y en menos de cuarenta y ocho horas ya estaban los primeros cien médicos en el país y era complicado porque esa nación no estaba preparada para una dinámica de ese tipo. El Comandante insistió muchísimo en que no creáramos una carga para ellos, me repetía que íbamos a ayudar y así fue”.
Para la Doctora aún resulta impresionante que un hombre de tantas ocupaciones como Fidel se dedicara a preparar cada detalle de la misión, “nos dijo: «vamos a hacer una mochila, imagínense que van a estar quince días o un mes en comunidades de difícil acceso, preparen algo para que los médicos estén mucho tiempo como si no pudieran acceder a alimentos» y me insistía «vamos a hacer los cálculos de las calorías» y buscaba y te sugería qué comprar en los mercados, entre eso el saco de dormir; fue buscando todos los detalles para que nosotros pudiéramos comprarlo y cuando llegaba el personal se le daba esa mochila para que pudieran salir con todo lo que necesitaban”.
En otra ocasión, cuando Fidel solicitó médicos para Venezuela, Muro Valle fue la única en plantear una objeción: "Le expliqué que necesitábamos 50 galenos más para Guatemala. Algunos me regañaron, pero al final él aprobó mi petición". Para la rectora, ese episodio refleja su enseñanza clave: Fidel confiaba en la honestidad. No quería respuestas automáticas, sino compromiso con la verdad.
El 13 de agosto de 2005, mientras preparaban la primera graduación de médicos guatemaltecos formados en Cuba, los estudiantes le propusieron a la jefa de misión llamar al Comandante. “Se le cantó felicidades, fue la primera llamada de esa noche, estaba súper contento, decía: «este es el mejor regalo que voy a tener de mi cumpleaños» y allí conversó, jaraneó, jugó, incluso luego en el acto de la graduación comentó sobre la conversación que había tenido con los estudiantes guatemaltecos”.
Para Muro Valle, el mayor aprendizaje fue la fe de Fidel en el potencial humano. "Hoy pregunto: ¿Cómo lo haría el Jefe? -dice quien conduce una universidad multinacional- Él me enseñó que más allá de los reglamentos, hay que entender las historias de vida. A veces me critican por ser paciente, pero insisto: todos merecen oportunidades para crecer y rectificar".
Con voz serena, la rectora concluye: "En un mundo donde falta empatía, su ejemplo sigue vivo. Fidel creía en las personas, y esa es la brújula que no podemos perder".

Fidel Castro y la educación: El legado que transformó a Cuba
La Dra. Lesbia Cánovas, presidenta de honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba, compartió reflexiones profundas sobre cómo el Comandante en Jefe Fidel Castro marcó no solo su vida, sino también el destino educativo de la nación. Desde su experiencia como brigadista en la Campaña de Alfabetización hasta su carrera como pedagoga, Cánovas reconoce el humanismo, la visión inclusiva y el compromiso revolucionario de Fidel como pilares de la Cuba actual.
La Dra. Cánovas rememora con emoción el 22 de diciembre de 1961, cuando Fidel declaró a Cuba "Territorio Libre de Analfabetismo". Como integrante de las Brigadas "Conrado Benítez", vivió en carne propia cómo el líder revolucionario convirtió a aquellos jóvenes en héroes. "Nos hizo sentir que éramos parte de algo grande", confiesa.
Fidel no solo celebró aquella hazaña, sino que diseñó un futuro para los brigadistas. Entre las opciones de estudio, creó un programa especial para formar a las jóvenes más dedicadas: las "makarenkas", llamadas así en honor al pedagogo soviético Antón Makárenko. Cánovas fue una de ellas y recibió su título de maestra primaria de manos del propio Fidel, un momento que atesora como "un privilegio inimaginable".
“En mi infancia nunca jugué a otra cosa que a la escuelita, siempre pensé ser maestra, pero jamás soñé tener ese privilegio y a lo largo de mi vida he comprendido por qué él insiste tanto en que: «sin educación no hay revolución»”.
Para la experimentada pedagoga, el mayor legado de Fidel fue su concepción de una educación "donde nadie queda excluido, una educación para todos sin distinción de sexo, raza, posición social; dar igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos, sobre la base del estímulo a la voluntad, el esfuerzo y la inteligencia, en el que debe implicarse toda la sociedad”.
La pedagoga también recuerda la honestidad de Fidel durante el Congreso Internacional de Pedagogía (2003), cuando reconoció los avances sociales, pero reflexionó acerca de que no se había “logrado erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra, aunque está muy representada en los sectores tan importantes como la educación y la salud”.
La impronta del pensamiento y la obra de Fidel me han permitido comprender –apuntó la profesora- que “la educación del ser humano en la liberación de sus ataduras, en la elevación de su autoestima, en la estimulación de sus aspiraciones y expectativas ante la vida, resulta decisiva para que los ciudadanos crezcan como individuos y se sientan parte de la sociedad”.
A nueve años de su partida física, Cánovas insiste en que la mejor manera de honrar a Fidel es difundir su pensamiento, especialmente entre las nuevas generaciones. "No basta con consignas; hay que crear conciencia real del papel transformador de la educación", afirma. Propone para ello fortalecer el estudio de la historia cubana y universal y aprovechar las herramientas tecnológicas para hacerlo más atractivo.
La obra educativa de Fidel, según Cánovas, es la base de los logros cubanos en ciencia, salud, deporte y cultura. "Un pequeño país, sin recursos abundantes, demostró que la voluntad política y el amor al prójimo pueden mover montañas".

Vicente de la O Levy: “Fidel nos enseñó que hasta lo imposible tiene solución”
El actual ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, escribe del Comandante en Jefe y en cada renglón hay ideas, experiencias, lecciones, sentimientos que son brújula para superar los desafíos actuales. Sus palabras son una mezcla de nostalgia, admiración y orgullo al evocar aquellos años críticos entre 2004 y 2006.
No habla como un funcionario, sino como un discípulo agradecido: “fueron muchas noches y madrugadas casi que, a diario, analizando, calculando, experimentando, perfeccionando y rectificando lo del día anterior. Significó un padre que con mucha dureza y cariño quiere lo mejor y el bien. Aprendí mucho, sobre todo, que no existe tarea que por difícil que sea, no tenga solución”, confiesa el titular, quien formó parte del equipo que revolucionó —literalmente— la manera de entender y resolver la crisis eléctrica en Cuba.
“Le escuchamos decir muchas veces que la electricidad era como el aire, que sin ella no se puede vivir”, recuerda de la O Levy. Aquella obsesión del líder por el tema no era retórica. Lo vivía en cada conversación, ya fuera con un científico, un obrero o un campesino. De cada diálogo extraía una conclusión, un detalle que podía marcar la diferencia.
El ministro relata cómo se probaron en poblados como Sábalo, Guareira, San José de las Lajas, entre otros, las cocinas eléctricas, las de inducción, las ollas arroceras y las llamada “reina”, el cambio de iluminación con bombillos ahorradores por los incandescentes. Nada se dejaba al azar: si una jarra eléctrica no funcionaba, se descartaba; si un bombillo demostraba eficiencia, se generalizaba. Fidel no era un teórico: exigía comprobar en la práctica cada idea. “Recuerdo probar con una jarra eléctrica y tirabuzones para calentar el agua y, después de los resultados, rechazar su introducción masiva”.
La solución no vino de manuales extranjeros. "No existían experiencias previas de cómo resolver con tan pocos recursos un problema tan grave", admite de la O Levy. La respuesta surgió de un cambio radical: en lugar de depender de megatermoeléctricas, se optó por la generación distribuida —miles de pequeños grupos electrógenos— y una reducción drástica del consumo.
“A la par de lograr con todos los equipos electrodomésticos eficientes controlar el crecimiento de la demanda y el consumo eléctrico, estudiábamos cómo introducir una tecnología de generación eléctrica más eficiente, que fuera rápida de instalar, que dependiera menos de combustibles fósiles y sobre todo que aliviara la crítica situación por la que pasaba la economía y el pueblo en general. Así aparecieron, primero que todo, los grupos electrógenos de emergencia para los centros vitales de la economía y los servicios como los hospitales, bombeo de agua, panaderías entre otros muchos. Después, cómo lograr sincronizar al sistema eléctrico nacional estos grupos, y surgen entonces los emplazamientos de baterías de grupos electrógenos con motores más potentes”.
Era un giro total, rememora el ingeniero: “Todo era diferente a lo que existía hasta entonces. Pasar de las grandes termoeléctricas a buscar la solución en juntas de refrigeradores, bombillos, ollas y cocinas eléctricas, con pequeños motores para generar electricidad en todo el país, fue un cambio de paradigma tan grande que no estuvo exento de contrarios, análisis mediocres y obstáculos por resolver”.
La combinación de la reducción de la demanda eléctrica y la introducción de 3000 megawatts en generación distribuida, mucho más eficiente que lo instalado hasta entonces, permitió eliminar los apagones, sin incrementar la importación de combustible.
Lo que más impresiona al ministro no son las cifras, sino el método. Madrugada tras madrugada, entre cálculos de kilowatts y diseños de bombillos, Fidel analizaba cualquier tema: economía, agricultura, industria… Todo con una lógica profunda, práctica, y siempre con un mismo objetivo: el pueblo como protagonista.
Aquellos años dejaron una lección imborrable en de la O Levy: "Aprendí que cuando se lucha por un objetivo justo, no hay obstáculo que lo detenga". Y en eso, reconoce, Fidel era insuperable.

Antonio Muñoz: "Fidel fue, es y será mi razón de ser"
Para Antonio Muñoz, conocido en el mundo del deporte como ·”El Gigante del Escambray”, Fidel Castro no fue solo el líder histórico de la Revolución Cubana, sino un guía, un padre y la inspiración que definió su carrera y su vida. En emotivas declaraciones, el exatleta compartió recuerdos que reflejan la cercanía y el afecto que existieron entre ellos.
Muñoz recordó momentos únicos, como cuando, después de conectar un cuadrangular, corrió las bases con un bate en la mano. "Fidel me preguntó por qué lo hacía, y le expliqué que el comisionado me había dicho que si no daba jonrón, no me regalaba el bate", contó entre risas. La respuesta del Comandante fue típicamente suya: "¡Si tú te has ganado millones de bates!".
Otra ocasión memorable fue cuando le pidió a Fidel que le dedicara una pelota. Con humor, el líder escribió: "Un millón de felicitaciones para Antonio Muñoz, de Fidel Castro". Pero quizás uno de los gestos que más atesora ocurrió en el Escambray, su tierra natal. "Él iba de recorrido, me vio y ordenó detener los carros para bajarse a saludarme", relató el temible bateador.
En sus palabras, el mítico número 5 del equipo Cuba no duda en equiparar la figura de Fidel con la de su propio padre: "Fidel para mí marcó todo lo que es mi vida. Fue un líder absoluto, no solo en lo político, sino en mi vida deportiva y personal. Lo clasificaría como mi padre, por el amor y el cariño que le tenía a los atletas, a mí incluido".
A nueve años de la partida física del Comandante, Muñoz asegura que la mejor manera de honrarlo es "siendo más disciplinados, más respetuosos y creyendo cada día en los valores que nos inculcó, no solo en el deporte, sino en lo social y lo político". Para él, Fidel debe ser recordado "con el mismo cariño y amor que recordamos a nuestros seres más queridos", como su propio padre, Víctor Muñoz.
Bárbara Vasallo: Fidel marcó mi vida profesional y humana
Cada agenda guardada por la periodista Bárbara Vasallo es un tesoro histórico. Las libretas donde apunta hace más de tres décadas hora, lugar y circunstancias de cada acontecimiento que cubre, tienen páginas marcadas, sobre todo la del 19 de octubre de 1996, ese día las 8:10 a.m. mientras el huracán Lily azotaba la provincia de Matanzas el Comandante en Jefe entró a la sede del Gobierno Provincial. Ante aquella figura colosal la entonces periodista de Radio 26 solo atinó a cumplir el rito reporteril.
"Anoté: 'Gobierno Provincial, 8:10 a.m. Fidel llega preguntando por la trayectoria del ciclón". "El ciclón hacía «peripecias» —como él decía—, pero su obsesión eran los damnificados.
Otro día marcado en la agenda de la ahora subdirectora de la Agencia Cubana de Noticias (ACN) fue el 5 de diciembre de 1999, en la escuela Marcelo Salado de Cárdenas, Fidel iniciaba la Batalla por Elián. Vasallo, embarazada de siete meses, estaba entre los periodistas que buscaban la primicia, la mejor foto del líder, que desde adentro del aula, pidió: “«¡Dejen pasar a la periodista!»' y él mismo me abrió camino". La anécdota continúa con un gesto inesperado: "Me palpó la barriga y preguntó: «¿Qué traes ahí? ¿Varón? ¿Cómo se llamará?», Víctor como su padre, le respondí”. Un año después, en la planta de Energás de Varadero, en otra fecha marcada en la agenda, Fidel la abordó: «¿Cómo está Víctor?». “¡Recordó el nombre! —exclama—. Ese era Fidel: memorizaba hasta los detalles de una reportera de provincia”.
Pero los detalles y la sensibilidad del Comandante en Jefe no acabaron con esta periodista. En una cobertura en Matanzas, el Comandante notó su delgadez. "¿Por qué estás así, periodista?". Cuando confesó que su padre padecía leucemia, la respuesta fue inmediata: "¿Qué necesitas?". "Era 2001 —precisa—, Cuba sufría el Período Especial, pero él priorizaba a la gente.
La noche del 4 de noviembre, Fidel llegó a Matanzas bajo la furia del huracán Michel Los vientos rompían cristales y superaban los doscientos kilómetros cuando indicó: «Vamos a Varadero a ver a los evacuados». En el hotel, conversó hasta el amanecer. Los turistas, que fueron reubicados desde Cayo Largo del Sur, no entendían cómo era posible que un Jefe de Estado estuviera allí preocupándose por ellos. Mientras el techo crujía, hablaba con los periodistas de reformar las secundarias básicas, porque –decía- «esos estudiantes están en una edad difícil, tienen que tener una doble sesión», estaba acabándose el mundo con aquel ciclón y ya él andaba planificando y hablando de los próximos programas que venían para la secundaria, para la educación, para la enseñanza media, increíble, sencillamente es Fidel y lo digo en presente”.
Mientras repasa cada página de su agenda -marcada más de 20 veces por Fidel- la periodista matancera no duda en confesar que las palabras a ella -tan locuaz- no le alcanzan para agradecer a la vida por existir en el tiempo de Fidel”.

Digna Guerra: Mi vida es el Coro Nacional, y el Coro Nacional es obra de Fidel
La voz de Digna Guerra, directora del Coro Nacional de Cuba, lleva el ritmo preciso de quien ha dedicado 65 años a la música. Pero cuando habla de su infancia en Centro Habana, ese tiempo se quiebra: "Era 1950, tenía cinco años, y en el Kindergarten la maestra le dijo a mi madre que yo tenía talento. ¿Pero cómo iba una niña pobre a estudiar música en aquella Cuba? Imposible".
El relato de la maestra no es solo memoria personal, sino testimonio de una transformación histórica: "Con 15 años, de pronto, estaba sentada en el Hotel Habana Libre, en el primer curso para instructores de arte. Ahí empezó todo".
“Me gradué y comencé a trabajar como instructora en diferentes lugares. Me gané después una beca para estudiar en Alemania, en Berlín las asignaturas de dirección coral y piano. Regresé y empecé a trabajar aquí, pero…¿Sabes quién me dio toda esa posibilidad de alcanzar esas metas insoñables? La política cultural de la Revolución que me tocó vivir, por eso nunca podré dejar de decirlo: ¡Gracias Fidel, Gracias Revolución!”.
Sus palabras dibujan el antes y después de la cultura cubana. Antes de la Revolución, el ballet, la ópera, la música sinfónica eran para una élite. Nosotros, los pobres, éramos espectadores por casualidad, nunca por derecho. El cambio, insiste, no fue casual: Fidel entendió que sin cultura no hay Revolución. Creó el sistema de escuelas de arte, formó instructores, llevó el arte a las montañas.
Al evocar a Fidel, su lenguaje se vuelve musical: "Él no solo nos alfabetizó, nos enseñó que leer era el primer paso para crear. Por eso el ICAIC, la Escuela de Cine, los festivales, los coros… todo era parte de un mismo proyecto".
Sobre cómo honrarlo nueve años después de su partida, es categórica: “cada día entregándole al pueblo lo mejor de mí arte, lo mejor de mi música… me siento muy orgullosa de arribar a mis 65 años de trabajo y mis cinco décadas al frente del Coro Nacional y no descansaré en mi labor formadora de las nuevas generaciones de músicos”.
“Soy una modesta integrante del inmenso ejercito de los agradecidos”, sentenció la reconocida maestra coral Digna Guerra.

Fidel en la mirada de un médico palestino: solidaridad, ciencia y humanismo
El médico palestino Alaa Saadeh, graduado de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), evoca con profunda admiración la huella que el Comandante en Jefe Fidel Castro deja en su vida profesional y personal.
Hace pocas semanas se graduó con honores científicos luego de siete años de estudio. Le correspondió hablar en nombre de los graduados y al concluir envolvió en su kufiya a la rectora de su casa de altos estudios, dijo que lo hizo por Fidel que nueve años después de su partida física sigue abrazando con su obra a un pueblo desamparado como el suyo.
Aunque no llegó a conocerlo físicamente, reconoce en el líder histórico de la Revolución Cubana un faro de disciplina, curiosidad científica y compromiso social. Para Saadeh, Fidel es un modelo que inspira su práctica médica diaria: un llamado a ejercer con rigor, empatía y sensibilidad hacia las comunidades más vulnerables, incluso en condiciones de limitaciones.
La formación en la ELAM, proyecto impulsado por la visión solidaria de Fidel, se convierte para Saadeh en un acto de continuidad de ese legado. Su ejercicio de la medicina —centrado en la prevención, la equidad y la atención humanizada— es, en sí mismo, un homenaje al Comandante en Jefe. Recalca que honrar a Fidel implica no solo tratar enfermedades, sino transformar realidades: escuchar a los pacientes, combatir desigualdades y tejer redes de apoyo donde la salud sea un derecho, no un privilegio.
Al reflexionar sobre la causa palestina, Saadeh vincula directamente el pensamiento de Fidel con la lucha por la dignidad de su pueblo. La solidaridad inquebrantable de Cuba con Palestina, afirma, es un reflejo de los principios que defendió el Comandante: la autodeterminación de los pueblos, la justicia social y la convicción de que otro mundo es posible. Para este médico, Fidel encarna la esperanza de que, incluso en los contextos más adversos, la humanidad puede prevalecer mediante la resistencia y la cooperación.
