La guerra de hoy, también habrá que ganarla
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“La Patria no se rinde”, dijo este jueves el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en las palabras de clausura del VI Período Ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura. Fue un momento especial, que contó con la presencia de un gran luchador: el compañero Raúl, líder al frente de la Revolución cubana.
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Estudios Revolución

Este jueves, cuando ya había anochecido, había que pensar, obligadamente, en el encuentro de Cinco Palmas. En los momentos finales del VI Período Ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, mientras el Presidente Díaz-Canel Bermúdez compartía el discurso de clausura, el compañero Raúl era uno de los que escuchaba en el Salón Plenario.

Siendo 18 de diciembre -como aquel 18 en que Fidel se encontró con el hermano menor y le dijo que con siete fusiles sí que ganarían la guerra-, este jueves Cuba emergía en las palabras del Jefe de Estado como esa Isla que ha estado más de una vez en circunstancias delicadas, decisorias, tal vez no tan extremas como aquel encuentro de 1956 en Cinco Palmas, pero idénticas en el sentido de que a los revolucionarios pocas cosas nos han sido fáciles.

Raúl -que en su Diario de Campaña recogiera la tremenda alegría de su hermano Alex (Fidel) porque contaban con aquellas armas en Cinco Palmas-, casi 70 años después, nombrado por su historia de vida “líder al frente de la Revolución cubana”, escuchaba este jueves, con disciplina, el discurso de Díaz-Canel, como mismo había estado al tanto de cada idea expresada por los diputados en los debates de estas horas. Su sola presencia hacía pensar en la certeza de que ahora tendremos que volver a ganar las nuevas guerras. ¿Y cómo no hacerlo si los luchadores de entonces están con los de hoy, si el enemigo de siempre sigue apostando a la derrota de los mejores sueños, esos que están hechos a la salvadora medida del Hombre?      

El dignatario -formado en la Revolución que empezó con siete fusiles- agradeció a los diputados por los debates profundos, esos que solo pueden nacer de una “auténtica Asamblea del pueblo”, cuya motivación es mover a un país hacia el futuro, siempre con sentido de urgencia, serenidad, realismo y compromiso.

Reconoció que vivimos un momento extremadamente complejo para la economía y la vida cotidiana del pueblo, que exige respuestas más profundas, rápidas y responsables. Como él dijo, «no se trata de una crisis más”, porque se han acumulado distorsiones, adversidades, dificultades y errores propios, lo cual se exacerba con un bloqueo imperial, extremo, que nos niega todo bienestar.

Díaz-Canel fue en su análisis más lejos: ubicó a la Isla en un mundo preñado de amenazas, donde la ley del más fuerte pretende imponerse a cómo de lugar. Por eso, en su discurso, trajo a colación el episodio tan triste y bochornoso para la humanidad como el holocausto de Palestina; y denunció el aberrante corolario de Trump y las amenazas de guerra abierta o encubierta contra Venezuela -esas que, sin discusión, constituyen un crimen-.

En las palabras de clausura hubo temas como la recién celebrada XXV Cumbre del ALBA-TCP, donde hermanos de América Latina y el Caribe conversaron sobre las urgencias antes mencionadas. Y hubo espacio para asuntos tan serios como la guerra mediática, esa que, como decía el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista, ataca a fondo la fibra emocional de la sociedad cubana.

El discurso fue también el momento de decir que “la Patria no se rinde”, que los análisis entre diputados han reafirmado la confianza en la capacidad de resistencia y victoria del pueblo cubano; y que hay que seguir adelante con las fortalezas que entrañan la unidad, la continuidad, y la resistencia creativa.

Fue un discurso que también recordó la importancia de la autocrítica, del camino de los métodos eficaces, de la filosofía que se niega a la administración de la crisis; que hizo referencia al cambio de mentalidad en una Cuba cuyos protagonistas saben muy bien dónde están los problemas y qué envergadura tienen, porque los sufren día a día.

La flexibilidad, esa que no pone en juego los principios; el camino ignoto del socialismo; la ciencia como pieza cardinal; negarse a la derrota; la pasión por resolver problemas. Entre otras, esas ideas fueron desarrolladas en su intervención por el Presidente Díaz-Canel Bermúdez, quien también aseguró que en el seno del Parlamento, en sus jóvenes talentosos, sus mujeres y sus hombres de las más disímiles profesiones y oficios, blancos, negros, mulatos, fogueados en mil batallas, críticos y comprometidos, late la Revolución cubana, viva y actuante.

La prueba más clara de lo anterior es que, como reflexionaba el mandatario, el enemigo vive obsesionado con asfixiar a la Revolución. 

Hubo un momento de especial emotividad durante la clausura. El Jefe de Estado compartió una propuesta de profundo significado patriótico y revolucionario, a punto de partida de lo que piensan y sienten muchos compatriotas: Que el año 2026 sea proclamado oficialmente como el “Año del Centenario del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz”.

Será el año, dijo, para estudiar más profundamente su pensamiento, para emular su ejemplo de trabajo incansable, de fidelidad a los principios y de confianza absoluta en el pueblo y en la victoria de las ideas.

En lo adelante -como reflexionó el mandatario- “la tarea es compleja, pero la voluntad de este pueblo es invencible”.

Díaz-Canel Bermúdez expresó hacia el final de su intervención: Digámoslo fuerte y claro, con la convicción de aquel 18 de diciembre de 1956, cuando los dos hermanos se abrazaron y, después de contar los pocos sobrevivientes y los escasos fusiles reunidos en el reencuentro, el mayor dijo sin sombra de duda: “Ahora sí ganamos la guerra”. 

“Hoy aquí ratificamos que ¡Ahora sí ganamos la guerra!”, afirmó el mandatario, quien también pidió: “¡Que el 2026, Año del Centenario del Comandante en Jefe, nos encuentre peleando, y más unidos que nunca!”.

Se escuchó entonces la fuerza de los aplausos. Cada cual seguramente pensó en sus múltiples batallas enmarcadas en un contexto de mil batallas necesarias. Y fue hermoso, por simbólico, ver cómo Raúl se marchaba del Salón Plenario acompañado del Presidente de la República, porque seguro había otras ideas y planes que comentar y construir a propósito de esta guerra de ahora que también tendremos que saber ganar.