Ellas, las reinas de la resistencia, han cumplido
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De la inmensidad de Mariana Grajales ha sido heredera la cubana de múltiples generaciones. Y esta afirmación no es frase vacía: la historia de la Isla cuenta con un sinfín de sucesos como prueba de que en nuestras mujeres habita una fortaleza admirable.

Alejandro Azcuy
Hay escenas que pueden hablar sobre la grandeza de la mujer cubana. Una de ellas es la que emerge de la Conferencia magistral ofrecida por el Doctor Eusebio Leal Spengler el 1ro. de noviembre del año 2007 en el Complejo Monumentario Antonio Maceo, en San Pedro, donde él dibuja la vida del Titán de Bronce.
El historiador refiere en su exposición el pasaje referido al juramento de los Maceo, como se le dice al momento en que la heroica prole se suma a la gesta libertaria de 1868:

«Después de maquinaciones y expectativas —expresa Eusebio Leal—, el 10 de octubre de 1868 se levantó Céspedes en su ingenio La Demajagua, situado frente por frente al Golfo de Guacanayabo y teniendo a la sierra oriental como frontera interior. En ese sitio, el Padre de la Patria proclama la independencia de Cuba y emprende la marcha con un pequeño grupo armado de apenas 37 hombres, a los que se les irán uniendo otros patriotas que respaldan el movimiento insurgente».
«La incorporación de los Maceo a la contienda fue casi inmediata. Cuentan que tuvo lugar el 12 de octubre cuando Antonio, José y Justo respondieron a la exhortación del capitán Rondón, quien era amigo de la familia y se había personado en Las Delicias con su tropa de insurrectos en busca de alimentos y pertrechos».

«Hay una carta en la que María Cabrales (la esposa de Antonio Maceo) describe que Mariana Grajales, llena de regocijo, entró al cuarto, cogió un crucifijo y dijo: “De rodillas todos, padres e hijos, delante de Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos libertar a la Patria o morir por ella”».
«Pocos días después, toda la familia —incluidas mujeres y niños— tiene que internarse en la manigua, pues es denunciada a las autoridades españolas. Comienza la epopeya de la tribu heroica, unida toda en el campo de la Revolución y que, al poco tiempo, derramará su sangre en la lucha redentora».
De esa inmensidad de Mariana ha sido heredera la cubana de múltiples generaciones. Y esta afirmación no es frase vacía: la historia de la Isla cuenta con un sinfín de sucesos como prueba de que en nuestras mujeres habita una fortaleza admirable, la misma sin la cual hubieran resultado imposibles los triunfos de los cuales estamos orgullosos y que se han ido dando en la línea del tiempo.

Cuando el 23 de agosto de 1960 tuvo lugar el acto de fusión de todas las organizaciones femeninas revolucionarias, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz dijo a las «compañeras de la Federación de Mujeres Cubanas», desde el Salón-teatro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC): «En este salón se han efectuado muchas reuniones; este es el teatro de los trabajadores, y aquí hemos tenido muchos actos en esta Revolución de los trabajadores y de los campesinos. Pero, a pesar del entusiasmo que siempre ha reinado en todas las ocasiones siempre que se han reunido los obreros, pocas veces se ha respirado aquí un aire de tanto optimismo, de tanta alegría, de tanto espíritu combativo; y es que se viene a demostrar en este caso de hoy algo que se había venido observando en todas las reuniones públicas, y es el extraordinario espíritu revolucionario de las mujeres cubanas».
«La Revolución tiene, sin duda alguna, en el sector femenino de nuestra población, un respaldo muy grande. Por eso, desde los primeros instantes se observaron una serie de actividades con la participación activa de la mujer cubana. No era nada nuevo para nuestro país. Nuestro país puede sentirse afortunado en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres».

Fue en esa misma ocasión en la cual Fidel reconoció que todavía quedaban -como siguen quedando- «vestigios de discriminación para la mujer. Y eso es tan cierto, que cuando la guerra pudimos comprobarlo, en ocasión en que se organizaba una unidad de mujeres combatientes. En la mentalidad de numerosos compañeros, aquellas mujeres no podrían jamás combatir; en la mentalidad de algunos compañeros, era un error entregarle un arma a una mujer, cuando sobraban —según decían— hombres para combatir. Sin embargo, los hechos demostraron una verdad: que aquellas mujeres combatieron contra los soldados de la tiranía, que aquellas mujeres combatieron, y le hicieron en los combates al enemigo una proporción de bajas mayor que las que le habían hecho los hombres en otros combates».
Por lo anterior -dijo entonces el Comandante en Jefe- «contamos con la mujer cubana, ¡la Revolución cuenta con la mujer cubana! y es tarea de la Federación organizar a la mujer cubana, preparar a la mujer cubana, ayudar a la mujer cubana en todos los órdenes: en el orden social, en el orden cultural; elevando su preparación a través de cursos, a través de publicaciones; poniéndola al tanto de todas las cuestiones que son de interés para la mujer; poniéndola al tanto de las cuestiones de las mujeres en todo el mundo, relacionándola con las actividades culturales y sociales de las mujeres de todo el mundo, haciendo llegar a ella publicaciones femeninas de todo el mundo, noticias de todo el mundo; y llevando a todo el mundo noticias y publicaciones de la mujer cubana».

La Revolución ha sido el camino arduo en el cual la mujer se ha ido realizando y emancipando. No ha sido ese un proceso hecho a golpe de decretos: habiéndose adentrado en la manigua desde los primeros arrestos independentistas, las cubanas han sido el corazón mismo de la suerte de un país. Porque de ellas, primeramente, han nacido los hijos que han hecho y hacen Patria; porque, por ejemplo, siendo casi niñas, encarnaron una de las más grandes y hermosas epopeyas que cambiaron a la Isla: la Campaña de Alfabetización; porque han sido valientes en cualquier latitud, mientras cumplen una misión internacionalista; porque son artífices admirables de la ciencia cubana; y porque nadie como ellas brilla en uno de los frentes más difíciles de la vida cubana: el doméstico.
Cuando en los años 90 del siglo XX el «período especial» y sus dificultades extremas comenzó a gravitar sobre la vida en la Isla, a raíz de la caída del campo socialista, fueron las mujeres, especialmente ellas, quienes se plantaron frente a los fogones y a las tendederas donde colgar la ropa recién lavada hasta con espuma de plantas montunas; fueron ellas quienes afincaron duramente la huella para que la familia pudiera salir adelante. Y fue a ellas a quienes Fidel pidió que cuidaran mucho las prendas de vestir que guardaban en sus escaparates, porque se venían encima tiempos muy difíciles. Ellas, sin perder la ternura, cumplieron la orden mientras el país sacaba fuerzas de lo profundo para desperezarse y recomponerse.

Y hoy vuelven a la carga, después de haber sido protagonistas ejemplares de la ciencia que fabricó vacunas contra la COVID-19; después de haber sido las enfermeras, las doctoras, las cocineras; después de haber sido amparo y consuelo de hijos, esposos, hermanos, amigos, en medio de un bombardeo imperial que se acrecienta y que priva a todos los cubanos de los beneficios más urgentes y también más leves.
Siguen siendo ellas las reinas de la resistencia, las que no temen, las que saben esperar -como hicieron todas las que esperaron con firmeza a los Cinco Héroes injustamente presos en cárceles estadounidenses por luchar contra el terrorismo-. Siguen siendo ellas las que extienden la taza de café; las que ponen el uniforme sobre cuerpo del estudiante o del soldado; las que exigen no flaquear; y las que inspiran con el solo hecho de estar en pie y de seguir soñando.
Ellas, han cumplido del todo con lo que planteara Fidel durante la clausura del Primer Congreso Nacional de la FMC, celebrado el primero de octubre de 1962: «¡Que las mujeres no se queden atrás! ¡Que las mujeres se sitúen en primera fila, en esta Revolución que tanto significa para la mujer cubana, en esta Revolución que tanto significa para los hijos de las mujeres cubanas!¡Mujeres cubanas cuyos hijos están en las escuelas, en los institutos tecnológicos, en las universidades; cuyos hijos están hoy en las montañas recogiendo café junto a sus hermanos campesinos; mujeres cubanas cuyos hijos están en nuestras unidades de combate, en nuestras divisiones de infantería, en nuestras unidades de artillería, en nuestros aviones, como soldados del pueblo, como soldados de la patria; mujeres cubanas cuyos hijos y cuyos esposos están en los centros de trabajo impulsando la Revolución; madres cubanas, quienes como ustedes están en el primer lugar del corazón de cada cubano, han de estar también en la primera trinchera, en la primera fila, en la vanguardia de la Revolución!».
