En uno de los recintos de la sede de la Misión Permanente, a donde habían ido llegando numerosos amigos de Cuba, el Presidente Díaz-Canel subió al podio.
«¡Cuba sí, bloqueo no!», clamaban mujeres y hombres allí reunidos, alzando carteles llamativos para apoyar a una nación tan lejana de esa esquina norteña, y sin embargo tan amada y respetada por muchos.