Cuba y su luz martiana, fidelista y antimperialista
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Raúl y Díaz-Canel encabezaron la marcha de las antorchas en la capital, al frente de una multitud que inundó las calles, desde la escalinata universitaria hasta La Fragua Martiana

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Como sucede desde hace más de siete décadas, los jóvenes de hoy, herederos de una obra profundamente martiana, fidelista y antimperialista, iluminaron las calles cubanas en homenaje a José Martí. A pocas horas de conmemorarse 172 años del natalicio del Héroe Nacional, la marcha de las antorchas continúa siendo un canto a la Patria y a su defensa.
Este lunes, al frente de la multitud que descendió desde la escalinata de la Universidad de La Habana marchó, como en aquel enero de 1953, el líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, integrante de la generación que, comandada por Fidel, no dejó morir al Apóstol en el año de su centenario.
Junto a Raúl, el paso firme del Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, de otros miembros del Buró Político y, muy especialmente, del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y del Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura.
La marcha, desde la escalinata hasta la Fragua Martiana, partió poco después del tradicional homenaje a Mella en el mausoleo que guarda sus cenizas. Se escuchó también, antes de la caminata, una pieza musical que evoca el “camino de los hombres buenos”, una sentencia del Comandante en Jefe que nos reafirma como “leales e invencibles seguidores de Martí”, y la invitación del presidente nacional de la Federación Estudiantil Universitaria, Ricardo Rodríguez González, a encender todas las antorchas.
En sus palabras, aseguró que, “como hicieran Fidel y sus hermanos de lucha, los estudiantes cubanos aceptamos, sin vacilación, la convocatoria de Martí a andar por el camino de la virtud, a crecer, a luchar, a ser mejores, a contribuir cada día en la edificación de una Cuba mejor con firmeza y optimismo”.
Hubo entonces un “mar de fueguitos”, y un andar apretado de estudiantes y del pueblo capitalino.
Hasta la Fragua llegaron Raúl y Díaz-Canel, y allí, donde una vez Martí sufrió los horrores del presidio, fue colocada una ofrenda floral, en nombre de la juventud cubana.
Mientras, en la calle continuaba la algarabía. Poco a poco se iban apagando las antorchas, pero no la luz, absolutamente martiana, siempre antimperialista, que sigue impulsando nuestros sueños de justicia.